Son las 6:30 AM, apenas suena el despertador y ya estás preocupado por no salir a tiempo. Te bañas, te arreglas, haces tus deberes matutinos y en un dos por tres te encuentras apuradísimo para no llegar tarde al trabajo, porque sí, otra vez hay tráfico en tú camino. Mientras conduces o lidias con el transporte público vas planteando tus pendientes del día, aunque en realidad los comenzaste a visualizar desde que estabas en la regadera, un dolorcito de cabeza comienza y todavía no son las 09:00 AM.
Llegas al trabajo y sientes un bajón de energía, respiras profundo antes de entrar. ¿Mi jefe estará de buenas?, ¿Cometeré algún error?, tengo muchos pendientes, etc.
El ritmo de vida y el nivel de competitividad cada vez más demandante, ha provocado una ola creciente de afectaciones a nivel emocional y físico. Hemos perdido el equilibrio entre la vida personal y la vida laboral. Enfrentarnos y adaptarnos a constantes situaciones que sobrepasan nuestras capacidades sanas de trabajo nos puede llevar a vivir importantes cambios negativos en nuestra forma de vernos a nosotros mismos, de relacionarnos con otras personas y en el desempeño de nuestras actividades.
Pero, ¿Cómo saber si realmente estoy estresado o solo estoy asumiendo las responsabilidades propias de un puesto de trabajo? La brecha entre ambos supuestos es muy corta, por ende, es necesario estar atentos a los siguientes síntomas para poder actuar a tiempo y en beneficio de nuestra calidad de vida sin afectar nuestros resultados en el trabajo.
Emocionales
Ansiedad, miedo, irritabilidad, mal humor, frustración, agotamiento, impotencia, inseguridad, desmotivación, intolerancia.
Conductuales
Disminución de la productividad, cometer errores, reportarse enfermo, dificultades en el habla, risa nerviosa, trato brusco en las relaciones sociales, llanto, apretar las mandíbulas, aumento del consumo de tabaco, consumo de alcohol y otras sustancias
Cognitivos
Dificultad de concentración, confusión, olvidos, pensamiento menos efectivo, reducción de la capacidad de solución de problemas, reducción de la capacidad de aprendizaje.
Fisiológicos
Músculos contraídos, dolor de cabeza, problemas de espalda o cuello, malestar estomacal, fatiga, infecciones, palpitaciones, respiración agitada, aumento de la presión sanguínea, agotamiento, mayor riesgo de obesidad y de problemas cardiovasculares, deterioro en la memoria, problemas de sueño.
Hacer caso omiso a los síntomas que nuestro cuerpo nos da, y resignarnos a continuar con los mismos patrones perjudiciales, puede traernos serias consecuencias y afectaciones a nuestra salud física y mental que pueden desencadenar problemas de ansiedad, depresión, malas relaciones interpersonales e incluso puede hacernos más susceptibles para caer en adicciones de todo tipo.
Es necesario autoevaluarnos y ser conscientes, pero sobre todo responsables, no solo de cumplir las expectativas laborales, sino de cuidar nuestra integridad como seres humanos.
Puedes llevar a cabo técnicas de relajación y hacer más llevadera una tarea que te implique dificultad. De igual forma, escuchar música, hacer ejercicio, dormir y cuidar la alimentación puede ayudar a liberar endorfinas que ayudan a descansar mejor.
Si algo te está superando, no dudes en acércate a tu jefe inmediato para exponer tu caso de forma puntual y buscar una solución en conjunto. Mantén una actitud positiva, siempre es mejor abordar los problemas de forma abierta y asertiva para tener el mejor de los resultados.
Si sientes que puedes estar sufriendo de estrés, aquí te dejo un test hecho por el Instituto Mexicano del Seguro Social donde puedes conocer en qué grado padeces síntomas asociados al estrés.
https://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/salud/estreslaboral/Test-Estres-Laboral.pdf
Karina Ochoa | Coordinador de Previsión Social